Myanmar, Mandalay

Myanmar, Mandalay

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Aunque Mandalay es comúnmente utilizada como punto de partida hacia otras zonas, la ciudad y sobretodo sus alrededores tienen puntos de interés que bien merecen una visita.

Para nosotros fue nuestra primera toma de contacto con el país tras volar desde Bangkok, y la verdad es que pasado un año aún conservo un buen recuerdo de la ciudad. Posteriormente estuvimos en sitios mucho más espectaculares (como Bagan o el lago Inle), pero no está mal para hacerse una idea de lo que puede aportar el país.

En nuestro caso estuvimos 1 día en la ciudad y otro día en los alrededores, aunque quizás hubiese sido mejor haber estado 3 días para visitarla con más calma. Bueno, aquí va nuestra crónica, espero que os guste 🙂

  • Alojamiento: Hotel 82
  • Precio: 16 euros la noche por habitación doble + desayuno
  • Apuntes: un buen hotel, sencillo pero más que de sobra para nuestras espectativas. Con muy buen servicio, Wifi, lavandería, televisión en las habitaciones… no se puede pedir nada más por ese precio.

El Palacio Real, el centro de la ciudad

Esta ciudad cuadriculada de alrededor de 1 millón de habitantes fue capital del país. Lo cierto es que sólo fue capital durante 25 años (1861-1885), hasta que los británicos la invadieron, pero su legado fue muy importante.

Probablemente el mayor punto de interés de la ciudad sea la espectacular reconstrucción del palacio Real. Durante la Segunda Guerra Mundial este enorme complejo cuadrado quedó totalmente arrasado por un incendio. Por ese motivo en la década de los 90 se realizó la reconstrucción que podemos apreciar ahora. Muros de 6 km de longitud y 8 metros de altura, y un foso de 70 metros de ancho atesoran las dimensiones de esta monumental construcción.

El área aún es militar, por lo que sólo está permitido acceder por una de las cuatro puertas que tiene el enorme complejo, (la que da a la calle 19). Además por entrar en el recinto hay que pagar 10$ – 10.000(MNK), que nos permitirá acceder a las zonas arqueológicas de los alrededores (Mandalay, Shwenandaw Kyaung, Inwa y Amarapura).

Muros de 6 km de longitud y 8 metros de altura, y un foso de 70 metros de ancho atesoran las dimensiones de esta monumental construcción

Una vez dentro, lo cierto es que el Palacio impresiona por su escala y por los 40 edificios de madera que reproducen cómo era en el siglo XIX. Subir a la torre de vigilancia resulta imprescindible para poder apreciarlo en conjunto.

Sin embargo el interior tampoco aporta nada, no hay lujo, ni grandes pinturas ni joyas para visitar.

Mandalay hill

Según las leyendas más nobles de la ciudad Buda estuvo aquí. Y volviendo a temas más banales esta colina de 230 metros de altura tiene las mejores vistas de la ciudad. De hecho el mirador de la cima es muy popular entre los lugareños, que vienen a relajarse y hacerse fotos en la puesta de sol.

Para subir arriba hay que ir descalzo, y se invierten unos 30 minutos. Pero las vistas y el lugar creo que merecen la pena. Además cada uno de los niveles ofrece algo diferente, bien puedes comprar algo en los pequeños puestos de mercadillo, bien puedes apreciar un buda gigante.

Kuhtodaw pagoda

A los pies de la colina de Mandalay se encuentra un curioso templo que alberga el libro más grande del mundo con 729 placas de mármol.

Shwenandaw Kyaung

«El monasterio del Palacio Dorado» es uno de los templos más famosos de la ciudad por sus trabajados grabados en teca. Nosotros coincidimos con la entrada de los monjes, lo cual es una escena muy interesante.

Mahar muni pagoda

Lo cierto es que no es fácil llegar a este punto (a nosotros nos llevaron), el sitio merece la pena. Dentro del recinto todos los días miles de personas veneran a un famoso buda a nivel nacional. Se cree que tiene 2.000 años de antigüedad, y desde incontables siglos la gente ha dejado una ingente cantidad de pan de oro. Eso hace que acumule 15 cm de oro puro de grosor y unas 6 toneladas de peso.

Hasta aquí los puntos más interesantes de la ciudad, espero que os haya gustado 🙂

El próximo día… alrededores de Mandalay.

davidsantes

Érase una vez un tipo normal con una gran pasión, viajar. Esta pasión a su vez alimentaba su curiosidad, y como tenía muy mala memoria lo dejaba todo plasmado en otra aficción, la escritura. Este tipo normal también era un loco de la fotografía, con lo que al cerrar el círculo lo transformó en un blog.

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