En una de las visitas que realicé a Berlín, visité el campo de concentración de Sachsenhausen. Este se encuentra en la localidad de Oranienburg, a unos 40 kilómetros de la ciudad. Aviso a navegantes. Esta entrada no es para todo el mundo, contiene pasajes bastante duros. Pero creo que no podía ser de otra forma.
Para llegar se puede tomar el tren desde Zoo Station, y dura aproximadamente 1 hora en llegar.
¿Cómo visitar el campo?
La entrada al campo es gratuita, pero creo que es una visita que se aprende muchísimo más con un guía, al fin y al cabo es historia.
En nuestro caso fuimos con una guía de la compañía New Europe Tours. Este tour no es gratis, pero resulta una visita muy interesante. Incluso diría que incluso para cualquier persona que quiera conocer un poco de nuestro pasado reciente.
Todo el mundo ha visto alguna película acerca de los campos de concentración, pero realmente hasta que no cruzas el umbral de la entrada no te haces un 1% de la idea de lo que tuvo que ser eso.
Un horror maquinado por el ser humano
El campo de concentración de Sachsenhausen comenzó a funcionar el 12 de julio de 1936. Inicialmente, fue diseñado como un campo «modelo», sirviendo de inspiración para la construcción de otros campos de concentración nazis.
Su forma triangular, con las barracas dispuestas en fila, ofrecía a los guardias un control absoluto sobre todos los ángulos del campo, lo que maximizaba su capacidad para someter y vigilar a los prisioneros. Lo más escalofriante de todo es la clasificación de los campos nazis, ya que existían campos de concentración y campos de exterminio.
Al principio, Sachsenhausen era considerado un campo de concentración donde los prisioneros eran explotados, sometidos a trabajos forzados y vivían en condiciones inhumanas. Sin embargo, tras la firma de la «solución final» en 1942, el campo de Sachsenhausen pasó a convertirse en una fábrica de muerte, donde las víctimas no solo eran forzadas a trabajos agotadores, sino que comenzaron a ser sistemáticamente asesinadas en masa, ya fuera por condiciones inhumanas, ejecuciones o mediante el uso de cámaras de gas.
Lo que comenzó como un campo destinado a la represión, rápidamente se transformó en uno de los centros más eficaces del régimen nazi para implementar su política de exterminio

Entre sus paredes se realizó la mayor operación de falsificación de moneda de la historia. La «Operación Krüge«, que fracasó por el inminente final de la guerra. Esta operación pudo hundir las economías inglesas y norteamericana al generar billetes idénticos a la libra y al dólar. La película Los falsificadores (nombre original «Die Fälscher«), refleja muy bien este capítulo de la historia «Los falsificadores», ganadora en el 2007 del Óscar a la mejor película extranjera.
La entrada
Cuando entras en el campo, te encuentras con una amplia explanada donde obligaban a los prisioneros a despojarse de todo tipo de pertenencias. Esta humillante tarea tenía dos funciones: por un lado, buscaba despojar a los prisioneros de cualquier vestigio de identidad personal, reduciéndolos a números y sometiéndolos a la total deshumanización; por otro lado, los nazis se aprovechaban de todos los objetos de valor que los prisioneros llevaban consigo, robándoles cualquier pertenencia de valor para beneficiar al régimen.
En todos los campos de concentración, al igual que en Sachsenhausen, se encuentra la infame frase «Arbeit Macht Frei» («El trabajo os hará libres») en la entrada. Esta frase, cargada de cinismo, era una cruel manipulación psicológica, ya que en realidad el trabajo en estos campos no tenía como objetivo la libertad, sino la explotación extrema y la destrucción física y psicológica de los prisioneros. La mentira detrás de esta frase era una de las formas más horrendas de manipulación mental que los nazis emplearon para hacer que los prisioneros se sometieran a su destino, sin saber que la mayoría de ellos nunca saldrían con vida.
Las clasificaciones en el campo
Dentro del campo se les daba una especie de pijama con una identificación por colores que permitían a los guardias de las SS identificar los presuntos antecedentes para la encarcelación:
- Judíos: estrella amarilla.
- Testigos de Jehová: triángulo púrpura.
- Criminales: triángulo verde.
- Prisioneros políticos: triángulo rojo.
- Grupos asociales (gitanos, vagabundos, rebeldes…): negro.
- Homosexuales: rosa.
- Extranjeros: azul y letra del país.
- Etcétera.
Estos símbolos con diferentes colores eran combinables, así un judío holandés podía tener el triángulo amarillo que le identificaba como judío y la letra de su país.

Mano de obra barata
Durante varios años, las compañías alemanas se beneficiaron de una mano de obra extremadamente barata, que provenía directamente de los campos de concentración. Sin embargo, los prisioneros no solo trabajaban como peones, sino que también se convertían en cobayas humanas para experimentos científicos y pruebas de productos.
En el caso de Sachsenhausen, por ejemplo, se realizaron pruebas con botas militares. A primera vista, esto podría parecer menos cruel, pero la realidad era mucho más perturbadora: a los prisioneros se les daban números que no les correspondían y se les forzaba a caminar 40 kilómetros al día, con botas que les eran completamente inadecuadas, provocando graves lesiones y sufrimiento físico.
Además de esto, en el campo también se llevaron a cabo experimentaciones médicas, que no eran sino torturas disfrazadas de pruebas científicas. La Alemania nazi, con su obsesión por la «ciencia» y la experimentación sin ética, fue responsable de algunas de las pruebas más brutales. Se les debe, entre otras cosas, la supresión de la hepatitis y el desarrollo de la píldora anticonceptiva, pero a un costo humano espantoso. Mujeres fueron sometidas a pruebas brutales, incluso se les inyectó cemento en el cuerpo.
Las empresas alemanas no tuvieron reparos en aprovechar la mano de obra de los prisioneros y, a menudo, se establecieron cerca de los campos de concentración. Compañías como Bayer o Siemens se beneficiaron directamente de esta explotación. El caso de Bayer es particularmente aterrador: en un intercambio de cartas entre los jefes de las SS y la empresa, se revela la deshumanización total de la situación. En una de las cartas, Bayer solicita una remesa de 150 mujeres, pero se queja de que 200 marcos por mujer es excesivo, proponiendo un precio de 170 marcos. Semanas después, Bayer comunica que necesita una nueva remesa porque todas las mujeres han muerto.
Este intercambio puso de manifiesto la absoluta indiferencia y la objetificación de los seres humanos como mercancías que no tenían valor más allá de su capacidad para generar beneficio.

¿Se podía escapar?
Escapar de este infierno era prácticamente imposible. Cuando un prisionero entraba al campo de concentración, lo hacía a través de la zona A, la única forma de salir era a través de la zona Z, donde se encontraba el crematorio, es decir, la muerte asegurada. La esperanza de escapar o sobrevivir era nula.
Para muchos, la única salida era el suicidio. Los prisioneros, atrapados en un ciclo interminable de tortura física y psicológica, se sentían que no había otra opción para librarse de su sufrimiento. Los guardias del campo tenían orden de disparar a matar si los prisioneros se acercaban a los muros del campo, una constante amenaza para cualquiera que pensara en intentar escapar. Sin embargo, muchos prisioneros decidieron poner fin a su dolor saltando a los muros o acercándose lo más posible para ser alcanzados por las balas.
Pero los nazis, al darse cuenta de que había demasiados suicidios, cambiaron las reglas. En lugar de disparar a matar directamente, se les dio la orden de herir a los prisioneros, lo que significaba que los prisioneros agonizaban durante un tiempo más largo, alargando su sufrimiento antes de morir. La perversidad del régimen nazi no conocía límites.
El sufrimiento de los prisioneros llegó incluso a niveles más crueles. En algunos casos, los prisioneros intentaban suicidarse electrocutándose en las vallas de alambre de espino, pero los nazis también modificaron las vallas, bajando el voltaje para que no fuera letal de inmediato. En lugar de una muerte rápida, los prisioneros morían lentamente, una agonía prolongada diseñada para servir como ejemplo y disuadir a los demás.

Además el hacinamiento era inhumano, es la única palabra que se me ocurre. Los barracones estaban pensados para literas de dos alturas, pero tenían tantos prisioneros que se puso una más. En cada camastro dormían entre dos y tres personas.


Las empresas no tuvieron ningún reparo en colocarse al lado del campo, que se lo digan a Bayer o a Siemens.
La decisión final
Existían dos formas de ser asesinado cuando se firmó la decisión final, la cámara de gas o el tiro en la cabeza. Todo dependía si tenías dientes de oro o no ¿por qué esta diferencia? porque la cámara de gas utilizaba gases dañinos para el metal.
Si un preso tenía oro se le engañaba diciendo que tenía revisión médica, así de esta forma se simulaba que le iban a medir la altura. Así el recluso se mantenía apoyado a la pared y con un «medidor». En el otro lado de la pared había un soldado con órdenes de disparar por un diminuto agujero.
El soldado no sabía exactamente qué hacía ya que los nazis comprobaron que los soldados que disparaban de frente a sus víctimas tenían problemas psicológicos. Por lo tanto decidieron meterles en otro cuarto y darles la orden de que cuando se apagara una luz dispararan.

La liberación del campo
Al final de la guerra el ejército soviético entró en el campo liberando a los prisioneros. Pero aquí no acabó la historia del campo. Durante muchos años los comunistas lo utilizaron para realizar un «filtro», 15.000 personas fueron asesinadas por el ejército ruso, prisioneros de guerra, colaboradores nazis, opositores políticos… los nazis le pasaron el testigo a los liberadores. En la foto el memorial de la liberación del campo por parte del ejército rojo.

Las cifras son escalofriantes. 200.000 personas que pasaron por aquí y 50.000 fueron brutalmente asesinadas. Este es un viaje directo al pasado más negro de Europa, del cual no ha pasado tanto tiempo, aunque eso parezca.
Por eso es muy importante seguir manteniendo la memoria histórica de lo que pasó, para que no vuelva a suceder, solo muere lo que se olvida, y si esto muere puede volver a nacer.
Termino la entrada con las palabras del sacerdote luterano confesor de Hitler, Martin Niemöller. éste era en sus principios ferviente defensor del nacionalsocialismo y después de oír los planes del Führer en confesión, no pudo hacer otra cosa más que informar a la resistencia alemana cayendo preso.
«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
Martin Niemöller
guardé silencio, porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté, porque yo no era judío
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.»

Impresionante crónica de tu viaje a Sachsenhausen. Nevado aún acojona más. Estuve a mediados de julio. A mediodía. 35ºC a la sombra. No podía (quería) llegar a hacerme a la idea de lo que aquello podía haber sido lleno de gente y con ese tiempo. Pero es que no quería ni imaginarme lo que sería con todo nevado y a -10ºC. Realmente, habían tantas posibilidades y maneras de morir que uno se hace cruces que haya supervivientes.
PD: muy buenas fotos, como siempre!
PD1: tienes razón, el campo debería ser de visita obligada. Muy cerca de Berlín, además. Con lo de la guía también estoy de acuerdo. Pero déjame colgarme una medalla: en mi caso, fui yo el que hice de guia: una carrera y centenares de libros después, cualquier campo de concentración no debería tener misterio para mi…aunque el barracón médico (por decir algo, presidido por la mesa de las autopsias) impacte al más impávido!
Pues sí rojopicantón, totalmente de acuerdo contigo, las condiciones de vida allí debieron ser inhumanas. Lástima no poder haber ido contigo y que nos explicaras de primera mano el campo. Igualmente si hay algún error en el texto encantado de corregirlo.
¡Hasta la próxima!
No, no, que ahora habré quedado pedante y todo!
El texto está muy bien, y las fotos insuperables. La diferencia entre las condiciones climáticas en verano e invierno es brutal. Yo fui con Lai, que no sabía bien lo que se encontraría, así que ejercí de guía "autóctono" y creo que salió habiendo aprendido algo más. Me doy por satisfecho!
Error en el texto? No, ninguno, pero me hizo gracia lo de la "PueSta de Brandeburgo" (aunque sea una fe de errata) xD
Hola rojopicanton, de pedante nada, simplemente que me parece un tema demasiado delicado como para poner algo semi inventado por haberlo leído en no se qué página de Internet. De hecho también se lo voy a comentar a la guía, a ver si cuela. Laister arte!