Kotor, la joya de Montenegro

Kotor, la joya de Montenegro

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Si hay un sitio que sobresale en Montenegro por encima del resto, probablemente sea Kotor. En esta pequeña población, unas imponentes montañas se dan la mano con una hermosa ciudad medieval, cuyo centro histórico ha sido declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco.

En verano enormes barcos atracan en el puerto, para desembarcar a cientos de turistas. Es el precio a pagar por un turismo globalizado.

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El fiordo del sur de Europa

Antes de nada, hay que situar el enclave de la ciudad. La bahía de Kotor (también llamada Bocas de Kotor) es una larga lengua de casi 30 kilómetros, y está considerado el fiordo más meridional de Europa (aunque hay otra gente que dice que es un cañón).

El paisaje es extremadamente bello, y ya solamente por la exuberante naturaleza ya merece la pena acercarse a este espacio. Mucha gente llega aquí para realizar una excursión de 1 día desde la vecina Dubrovnik, en Croacia. En nuestro caso no fue así, sino que nos acercamos desde la capital del turismo montenegrino: Budva.

Si se quiere recorrer toda la Bahía en coche, tendrás que armarte de paciencia, ya que las carreteras son estrechas, con decenas de curvas y no aptas para todo el mundo. Eso sí, la recompensa en los cerca de 100 kilómetros de carretera, serán unas vistas que quitan el hipo.

Las murallas de Kotor

La teoría más aceptada sobre Kotor es que era la antigua Acruvium, en la provincia romana de Dalmacia. La silueta triangular de la ciudad viene dada por los casi 400 años de dominio de la antigua República de Venecia.

Muros y contrafuertes defendieron la ciudad durante siglos. La primera muralla se terminó hacia el siglo XIV, pero fue ampliada de manera continua hasta el siglo XIX. Una vez completada su fortificación, la estructura defensiva estaba formada por torres, ciudadelas, puertas, bastiones, fuertes, cisternas y un castillo en una de las laderas.

Aunque la ciudad conserva tres entradas, lo normal es entrar a Kotor por la Puerta principal o Puerta del Mar, donde un león de San Marcos nos recuerda su pasado veneciano.

En las murallas, la Torre Campana, cuyo nombre viene dado por su singular forma, es la primera que se suele ver cuando se accede a Kotor. Se encuentra situada en el extremo noroeste de las murallas, cerca del puente del río Scurda, y que a su vez sirve de foso natural.

Accediendo a Kotor, con una sonrisa de oreja a oreja.

La ciudad

Una vez dentro de las murallas, nos recibe una preciosa ciudad medieval, que parece congelada en el tiempo. Sus calles empedradas, tiendas y bares nos reciben gentilmente, aunque los precios, enfocados al turista, no son tan amables.

Perderse por cada uno de sus rincones es una auténtica delicia. Quizás no tenga la majestuosidad de la vecina Dubrovnik, pero su encanto es remarcable. No dejéis de curiosear en el bazar, un mercadillo algo escondido pero cercano a la iglesia franciscana de Santa Clara, o comprar algo de comida en el Open market.

En la plaza principal de Kotor, la Plaza de Armas, podremos admirar una torre que superó el terremoto de 1979. Se la conoce como la Torre del reloj, y desde el año 1602 da la hora.

Al igual que el resto de Balcanes, la convivencia de diferentes religiones en la zona, hace que, en una misma ciudad, o incluso plaza, podamos ver edificios de diferentes cultos.

La Catedral católica de San Trifón es el monumento más impresionante de Kotor, aunque no el único. Fue consagrada en 1166, y ha sufrido varios terremotos, por su estilo varía. Su parte más remarcable es su fachada barroca.

Otros edificios de culto son la Iglesia colegiata de Santa María, con unas impresionantes puertas de bronce, la Iglesia de San Lucas, que sirvió como templo católico y ortodoxo a la vez (con dos altares diferentes), y la Iglesia ortodoxa de San Nicolás, de 1909, aunque parece más antigua.

Un sendero a las mejores vistas, el Castillo de San Juan

Si quieres disfrutar de unas vistas de postal, tendrás que subir al Castillo de San Juan. La forma más «sencilla» de hacerlo es a través de un camino de alrededor de 1 kilómetro y decenas de escalones. Esta subida no es gratuita.

Sin embargo, te propongo una ruta alternativa, más larga y para mí más bonita. Si tienes 1 – 2 horas, (en función del estado físico), merece mucho la pena ya que se aprecian de primera mano las murallas que bordean la ciudad por el franco montañoso.

Cerca de la puerta norte hay un sendero en zig – zag que sube poco a poco. Es probable que veas algún que otro turista en las partes más altas. Al final del todo, hay una ventana con una escalera que lleva al mismo sitio que la ruta por la escalinata.

Posteriormente puedes hacer la bajada por la senda normal, ya con mucha más gente.

Una panorámica de postal

La bahía de Kotor es maravillosa, y en este punto podrás disfrutar de las mejores vistas de la ciudad y alrededores. Para mí es un imprescindible si se visita Kotor. Eso sí, hay que estar en aceptable forma física.

Curiosidades de Kotor

Para terminar, os dejo con un par de curiosidades sobre Kotor. En primer lugar, tengo la sospecha que los verdaderos dueños de Kotor son los gatos. Son unos animales omnipresentes, y símbolo de la ciudad.

Por otro lado, que el turismo puede llegar a ser un poco agobiante, sobre todo en temporada alta. Enormes cruceros despliegan a cientos de turistas, así que también hay que tenerlo en cuenta. Esto también se hace obvio en las carreteras para llegar a la ciudad, ya que pueden estar saturadas de tráfico. Tenlo en cuenta, ya que igual merece la pena madrugar un poco.

Perast y alrededores

En las mismas bocas de Kotor se encuentra una pequeña población que parece un barrio de Venecia. Se trata de una pequeña población de apenas 350 habitantes, pero con un gran patrimonio artístico.

Solo en la calle principal, tiene la cifra de 16 iglesias y 17 palacios, así que, si sacamos cuentas por habitante, el ratio es elevadísimo. Un sitio encantador, que si se está cerca de Kotor, hay que intentar acercarse.

davidsantes

Érase una vez un tipo normal con una gran pasión, viajar. Esta pasión a su vez alimentaba su curiosidad, y como tenía muy mala memoria lo dejaba todo plasmado en otra aficción, la escritura. Este tipo normal también era un loco de la fotografía, con lo que al cerrar el círculo lo transformó en un blog.

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