Abu Simbel es uno de los destinos más espectaculares e icónicos de Egipto. Ubicado en el extremo sur del país, cerca de la frontera con Sudán, este sitio arqueológico es mucho más que una parada turística; es una inmersión en la majestuosidad de la antigua civilización egipcia.
Al menos en nuestro caso, tuvimos que madrugar mucho para coger un autobús desde Asuán, ya que el trayecto es de alrededor de 3 horas. Sin embargo, la recompensa de ver el templo al amanecer, bajo la luz del sol, bien merece semejante esfuerzo.
Un poco de historia: la razón de la construcción de Abu Simbel
Los templos de Abu Simbel fueron construidos durante el reinado del faraón Ramsés II, alrededor del año 1264 a.C. El faraón, conocido por su ambición y amor por los grandes proyectos arquitectónicos, ordenó la construcción de este sitio no solo como un homenaje a los dioses, sino también para afirmar su poder y presencia en la región de Nubia, un territorio clave para el comercio y la expansión del imperio.
La fachada principal del templo principal celebra a Ramsés como un dios entre dioses, mientras que en su interior se narran sus victorias militares y su devoción hacia las divinidades egipcias.
La reconstrucción del Templo, una hazaña de la ingeniería moderna
La reubicación de los templos de Abu Simbel es uno de los proyectos de conservación más impresionantes jamás realizados. En la década de 1960, la construcción de la Gran Presa de Asuán implicaba la creación del enorme lago Nasser, que inundaría gran parte de Nubia, incluyendo los templos. Ante la amenaza de perder este legado milenario, la comunidad internacional, liderada por la UNESCO, emprendió un esfuerzo sin precedentes para salvar el sitio.
El proyecto comenzó en 1964 y duró aproximadamente cuatro años. Los templos fueron cortados en más de 1,000 bloques de piedra, cada uno con un peso de entre 20 y 30 toneladas. Estas piezas fueron numeradas cuidadosamente y trasladadas a una ubicación 65 metros más alta y 200 metros más lejos de su posición original, en una colina artificial construida especialmente para ellos.
Como gesto de agradecimiento, Egipto regaló varios templos a los países que participaron en este proyecto. Por ejemplo, el Templo de Debod fue donado a España y se encuentra en Madrid, el Templo de Dendur a Estados Unidos y exhibido en el Museo Metropolitano de Arte (MET) de Nueva York y el Templo de Taffa a los Países Bajos, permitiendo que parte de la historia egipcia viajara más allá de sus fronteras.
La imponente fachada de Abu Simbel: un monumento a la grandeza
La fachada del Gran Templo de Abu Simbel es una de las vistas más icónicas de Egipto y un símbolo de la ambición faraónica. Tallada directamente en la roca, esta monumental entrada mide 33 metros de ancho y 38 metros de alto, destacándose en el árido paisaje nubio. Es un testimonio del poder y la habilidad de los antiguos egipcios, diseñado no solo para impactar a quienes llegaban desde Nubia, sino también para transmitir un mensaje de dominio y eternidad.
El elemento más llamativo de la fachada son las cuatro estatuas gigantescas de Ramsés II, que alcanzan aproximadamente 20 metros de altura cada una. Representan al faraón sentado en su trono, con la doble corona del Alto y Bajo Egipto, enfatizando su papel como unificador del reino.
Cada estatua fue cuidadosamente esculpida para resaltar la fuerza y divinidad de Ramsés. Aunque tienen ligeras diferencias en sus detalles, el conjunto transmite una sensación de simetría perfecta. Una de las estatuas sufrió daños en la antigüedad debido a un terremoto, y su torso y cabeza yacen hoy a los pies del templo, añadiendo un toque de drama al paisaje.
El Interior: un santuario de historia y devoción
Dentro del templo, un largo pasillo decorado con relieves conduce a una sala hipóstila con columnas que representan al faraón como Osiris, el dios de la resurrección. Los muros cuentan historias de las victorias militares de Ramsés, incluida la famosa Batalla de Kadesh, entre el pueblo egipcio y el hitita.
En la parte final del santuario, este alberga las estatuas de cuatro dioses: Ptah, Amón-Ra, Ramsés II (deificado) y Ra-Horajti. El jugo de luces es impactante.
Ptah, el Dios sin luz
Una de las curiosidades más intrigantes de Abu Simbel es el fenómeno solar que ocurre dos veces al año, en febrero y octubre. En estas fechas, los rayos del sol penetran hasta el santuario iluminando las estatuas de Amón-Ra, Ramsés y Ra-Horajti, dejando a Ptah, el dios del inframundo, en la penumbra.
Este fenómeno demuestra la precisión astronómica de los constructores, y que se preservó en el traslado del templo a su nueva ubicación.
Un templo para su amada Nefertari
Junto al Gran Templo, Ramsés construyó un templo más pequeño dedicado a su amada esposa Nefertari y a la diosa Hathor. Es uno de los pocos casos en la historia de Egipto en los que una reina tiene un templo tal magnificencia.
Al igual que el Gran Templo, la fachada del Templo de Nefertari presenta estatuas colosales, pero en este caso, las figuras principales son Ramsés II y Nefertari. Cuatro estatuas de Ramsés II, de aproximadamente 10 metros de altura, flanquean la entrada, mientras que dos estatuas de Nefertari, de menor tamaño (aproximadamente 6 metros de altura), están situadas a ambos lados del faraón. Este hecho es notable porque es un gesto único de Ramsés, que muestra la reina con una dignidad casi equivalente a la suya, algo inusual en la representación de las mujeres de la realeza egipcia.
Al ingresar al templo, uno se encuentra con un pasillo que lleva a la sala hipóstila, donde se encuentran las columnas que sustentan el techo. Las paredes del templo están cubiertas por hermosos relieves y pinturas que muestran escenas de Ramsés y Nefertari en diversas posturas de adoración a Hathor y otros dioses egipcios. Sin embargo, lo que hace que este templo sea tan especial son las representaciones de la propia reina Nefertari, que es vista en muchas de las escenas de la vida cotidiana y la adoración divina.
Uno de los detalles más notables en el interior del templo es la imagen de Nefertari como diosa Hathor, representada con las características propias de la diosa, como los cuernos de vaca y el disco solar.
Consejos para la visita a Abu Simbel
Madrugar es clave: muchos tours parten desde Asuán alrededor de las 3 o 4 a.m. para llegar al amanecer, cuando el templo se ve más espectacular bajo la luz del sol. En nuestro caso, incluso salimos antes, a las 2:30 a.m.
Explora el lago Nasser: Desde la ubicación actual de los templos, tienes vistas impresionantes del lago Nasser.
Lleva agua y protección solar: El calor puede ser intenso incluso temprano en la mañana.
Considera un vuelo: Si prefieres evitar el trayecto de varias horas en autobús, hay vuelos desde Asuán que te llevan más rápido.
Sé puntual: El tiempo en el sitio suele estar limitado debido a la gran afluencia de turistas.