Navarra, un reino fronterizo
Navarra es una tierra de Contrastes, eso está claro. En poco más de 100 kilómetros de norte a sur, se pueden apreciar los profundos cambios en los paisajes y gente.
El norte y centro de la provincia siempre han tenido un marcado sentimiento vascón. De hecho los nombres de ríos, pueblos, montañas o apellidos de la gente en euskera dejan clara constancia de ello. La «lingua navarrorum«, la llamaban los romanos.
Sin embargo en el sur el carácter vascón es mucho más difuminado. Los lazos con otras poblaciones son más que evidentes. La familia muladí Banu Qasi dominó durante mucho tiempo Tudela y alrededores.
Pero si bien las diferencias en la gente son notables entre norte y sur, el marcado sentimiento navarro es el mismo.
La extinción del Reino, la destrucción de los castillos y el renacer de otros
Es curioso que cuando en 1492 se «descubrió» América, el Reino de Navarra aún no formase parte de la futura España. Fue en 1511 cuando se realizó la invasión por parte de tropas castellanas.
Tras diversos ataques y contraataques, en 1521 Navarra capituló de manera definitiva. Por ese motivo muchos castillos fueron destruidos, y comenzaron las obras para amurallar Pamplona. Estas obras incluyeron la ciudadela, con cañones apuntando hacia posibles invasiones, pero también hacia la propia población, de la cual el Reino de España no se fiaba.
Como prueba las palabras del embajador Contarini, que ya lo advirtió: «todos los de este reino tienen odio a los españoles y desean que vuelva su rey natural Juan de Albret».
Sin embargo, tras la debacle navarra, aún quedan buenos ejemplos de lo que fue el viejo Reyno. Navarra tuvo más de 100 fortificaciones medievales, y algunas de las más importantes ya las he comentado en anteriores entradas, como el Palacio de Olite, El Castillo de Javier, el cerco amurallado de Artajona o la iglesia-fortaleza de Ujúe.
Sin embargo esta entrada está enfocada a otras no tan famosas, pero no por ello dejan de ser bellas. En otro momento hablaré de las que ya no pertenecen a Navarra.
«Todos los de este reino tienen odio a los españoles y desean que vuelva su rey natural Juan de Albret».
El Castillo de Marcilla
En el sur de Navarra se encuentra este castillo de estilo gótico, que data del siglo XV. Lo cierto es que no es tan espectacular como Olite o Javier, pero tiene una historia curiosa. Hasta 1848 guardó la espada del Cid Campeador: Tizona. Después fue llevada a Madrid.
El Castillo se salvó de su demolición a manos del Cardenal Cisneros cuando Navarra fue conquistada por la corona de Castilla, y la última restauración fue en el 2009.
A no ser que hayan cambiado se ofrecen visitas guiadas todos los sábados y domingos a partir de las 12:00, desde junio hasta septiembre, el precio, 3 euros.
Hasta 1848 guardó la espada del Cid Campeador: Tizona. Después fue llevada a Madrid.
La Torre de Olcoz
Olcoz es un pequeño pueblo de la zona media navarra, por donde pasa el Camino de Santiago. Hacia 2007 compró la Torre-palacio, y entre 2010 y 2011 se realizaron las obras de restauración. Ahora luce como si no hubiesen pasado los años por sus viejos cimientos.
La Torre de Donamaria
En la Navarra atlántica, a 50 kilómetros de Pamplona-Iruña, y en medio de valles de un intenso verde se encuentra un pequeño pueblo, Donamaria.
Los cimientos caídos, Amaiur
En el valle de Baztan se encuentran los cimientos del último intento de la dinastía navarra por recuperar su Reino, allá por 1521. El pueblo es precioso, con un entorno insuperable.
Sin embargo lo más conocido es un monolito en la cima de la colina. Éste recuerda que aquí hubo un Castillo. Diversas excavaciones han revelado el aspecto del castillo.